Trump consuma su venganza

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En una animada noche de la primavera de 2011, Barack Obama se tomó una merecida revancha: en la cena de corresponsales de la Casa Blanca, ante una nutrida representación de la crème de la crème capitalina, el Presidente saldó las cuentas pendientes con Donald Trump. Lo vapuleó, entre bromas y risas, con guante de seda y puño de hierro por el affair de la cédula de su nacimiento. Durante mucho tiempo, Trump había abanderado el discurso por el que acusaba al presidente Obama de extranjero y, como tal, de detentar el cargo de manera ilegítima.

Las bromas presidenciales hicieron mella en el orgulloso constructor. Su cara era un poema… No estaba acostumbrado a recibir tamaña humillación y menos de manera pública. La ironía y el sarcasmo de Barack Obama causaron en él un profundo sentimiento de ira. Tenía ganas de revancha. Ha tardado cinco años y medio, pero la pasada madrugada la ha consumado. Y de qué manera.

Donald Trump ha ganado contra todo pronóstico unas elecciones que parecían predestinadas a encumbrar a Hillary Clinton. Pero no. El resultado, además de sorpresivo, tendrá, a buen seguro, una derivada endiablada para la bancada demócrata: se prevé que acabe siendo un verdadero correctivo a la obra de gobierno de Barack Obama. En no pocas ocasiones, Trump ha tildado de desastre los ocho años de Administración demócrata. Y no solo eso, también se ha propuesto dar marcha atrás en reformas de calado, como la Obamacare (la ampliación de cobertura sanitaria a personas antaño desprotegidas).

Pero ¿cómo es posible que Trump haya alcanzado la victoria? Básicamente, por dos razones. La primera, se ha beneficiado del frontal rechazo que Hillary Clinton causa en importantes capas de la sociedad estadounidense. La segunda, por haber sabido detectar y capitalizar un movimiento de fondo: el estancamiento del poder adquisitivo y el miedo a la globalización.

El discurso de Trump, áspero, rudo y faltón, ha conectado con un nutrido número de estadounidenses que veían que el futuro no era nada halagüeño para sus hijos. Con críticas al multiculturalismo, la inmigración y el libre comercio, Trump apunta al corazón del mundo globalizado actual.

Es posible que haya dado con el diagnóstico (la pauperización de unas clases medias venidas a menos). Lo que es más que dudoso es que sus recetas sean las acertadas. ¿Qué propone? Una amalgama de medidas sin orden ni concierto que ha sabido vender sin explicar cómo ejecutarlas y pagarlas.

Así, por ejemplo, dice querer bajar los impuestos, pero aspira a construir y mejorar un sinfín de infraestructuras (“carreteras, puentes, colegios y hospitales”, para más señas). ¿Qué pasará entonces con el déficit? Enigma sin respuesta.

Quiere renegar del libre comercio y apostar por un renacido proteccionismo en lo comercial e industrial. ¿Renegociará todos los acuerdos firmados hasta la fecha? ¿Aceptarán, sin más, el resto de países? Parece complicado. Pero, ¿la competitividad actual mejorará por decreto o será impostada gracias a nuevos aranceles? No sabe, no contesta. ¿Y se conseguirá, de esta manera, subir los salarios? Silencio en la sala.

Si se aumentan los aranceles, las empresas estadounidenses tendrán más difícil también vender fuera. Esto es, deberán conformarse con cubrir el mercado local, que por muy grande que sea, que lo es, es una porción del mundo global actual.

Quiere, además, bombardear a diestro y siniestro al ISIS (se supone que en Siria e Irak), hacer pagar más a japoneses, surcoreanos y alemanes por la presencia de tropas estadounidenses en sus países. Si estos se niegan, ¿se replegará el ejército norteamericano? En Pekín se frotan ya las manos, y en Moscú, también.

Pero si todos esos problemas tienen difícil solución, hay un aspecto que preocupa: Trump ha tensado la cuerda en la política y la sociedad estadounidenses. Primero con sus colegas del partido republicano: no dejó títere con cabeza en las primarias; después, con Clinton y Obama. Cierto es que los demócratas han sido barridos del mapa pero, para gobernar, necesitará el apoyo del Congreso (Senado y Cámara de Representantes) republicano, ese epicentro del odiado establishment que tanto detesta. ¿Cómo y de qué manera tenderá puentes? ¿Cómo rehabilitará la confianza perdida con los líderes a los que ha vilipendiado y estigmatizado? Sin ellos, su obra de gobierno se verá amenazada.

Para acabar, una última reflexión. Ha ganado gracias a que en el llamado rust belt (el eje formado por los estados más afectados por la crisis industrial), los blancos protestantes se han movilizado de tal manera que se ha producido un resultado histórico y Trump ha saciado su particular venganza con Barack Obama. El populismo, triunfante, ha sentado cátedra en un país dividido, atónito y desnortado.

Acerca de pelayocorella

Preocupado por lo que pasa en el mundo desde tiempo ha, la profesión periodística y la de docente en ESCI-UPF, ahora como director de Formación Continua, supongo que han ahondado en ese vicio tan personal que es intentar saber qué pasa en el mundo y el porqué de la reciente deriva de este planeta que, de un tiempo a esta parte, además de acelerarse, vira hacia Oriente, dejando a la Vieja Europa compuesta y sin la atracción de antaño. Lo que descoloca y disgusta a no pocos.
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